No te detengas. No dejes que termine el día sin haber crecido un poco…

NO TE DETENGAS

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
«Emito mis alaridos por los techos de este mundo»,
dice el poeta.

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Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros «poetas muertos»,
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los «poetas vivos».
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas.

-Walt Whitman-

Mujeres que corren con lobos

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Una nueva manera de enfocar la palabra Anciana.

 La palabra «anciana» posee reminiscencias medievales, e incluso un matiz malicioso si sugerimos que una mujer puede aspirar a convertirse en una de ellas. No es a lo que alguna de nosotras aspiró a ser durante su juventud, pero aquello ocurría cuando las mujeres mayores jamás decían su verdadera edad, y antes de que éstas se manifestaran como personas de pleno derecho, o vivieran tantos años como nosotras en la actualidad.

 Nosotras, las de la generación del Movimiento para la Liberación de la Mujer o las beneficiarías de éste, seguimos disfrutando de oportunidades que jamás tuvieron las generaciones que nos precedieron (y que se remontan a la antigua Grecia). Hemos ido reiventándonos en cada etapa de la vida. Ahora, en cambio, sugiero que ha llegado el momento de rescatar y redefinir el término «anciana» entre el montón de palabras despectivas que se utilizan para denominar a las mujeres maduras, y conseguir que la acción de convertirse en «bruja» sea un supremo logro interior característico de la tercera fase de la vida.

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 Convertirse en anciana tiene que ver con el desarrollo interior, y no con la apariencia externa. Una anciana es una mujer que posee sabiduría, compasión, humor, valentía y vitalidad. Es consciente de ser verdaderamente ella misma, sabe expresar lo que sabe y lo que siente, y emprender una acción determinada cuando es necesario. No aparta los ojos de la realidad, ni permite que se le nuble la mente. Puede ver los defectos y las imperfecciones en ella misma y en los demás, pero la luz con la que los ve no es severa ni enjuiciadora. Ha aprendido a confiar en sí misma hasta saber lo que ya sabe.

 Las cualidades de la anciana no se adquieren de la noche a la mañana. Una persona no se convierte en una anciana hecha y derecha automáticamente después de la menopausia, así como tampoco por el mero hecho de volverse vieja una se vuelve más sabia. Sin embargo, hay unas décadas tras la menopausia en las cuales podemos crecer psicológica y espiritualmente.

 Jean Shinoda Bolen. «Las Brujas no se quejan»

 Hoy, primer día del 2014, todas cumplimos un año mas y estamos mas cerca de ser Ancianas, si no lo somos ya. La sociedad nos empuja a mantenernos jóvenes. Nos hacen creer que para trinfar en la Vida son necesarias cirugías, cremas, potingues diversos para ser eternamente jóvenes. La experiencia es un valor en decadencia. ¡Ya está bien! ¡Mujeres! ¡LLegó el momento de cambiar los estereotipos que nos aprisionan! ¡Es nuestro Tiempo! ¡Podemos! ¡Construyamos juntas el Mundo que Queremos!

 Aulli2 de la Medina en el Bosque de las Mujeres que corren con lobos.

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Las princesas son unas boludas.

Sin comentarios…  SencillaMente una Lobezna Genia!!!

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La Mujer Salvaje.

La conducta consecuente es algo imposible para la Mujer Salvaje pues su fuerza estriba en su adaptación a los cambios, en sus danzas, sus aullidos, sus gruñidos, su profunda vida instintiva, su fuego creador. No es consecuente por medio de la uniformidad sino más bien por medio de la vida creativa, de sus sagaces percepciones, de la rapidez de su visión, de su flexibilidad y su habilidad.

Aulli2

 Si tuviéramos que nombrar sólo una de las cosas que convierten a la Mujer Salvaje en lo que es, sería su sensibilidad, su capacidad de respuesta. La palabra «respuesta» procede del verbo latino respondere cuyo significado es, entre otras cosas, «prometer, garantizar, comprometerse». Sus perspicaces y hábiles respuestas son una promesa consecuente y un compromiso con las Fuerzas Creadoras, tanto si se trata del duende —el Espíritu que se oculta detrás del encanto y la pasión como sí se trata de la belleza, el arte, la danza o la vida.

La promesa que nos hace, si nosotras no la malogramos, es la de ayudarnos a vivir plenamente vivas, de una manera consecuente y responsable.

Clarissa Pínkola.- Mujeres que corren con lobos

Capítulo VI.- El Hallazgo de la Manada

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La tarea más profunda suele ser la más oscura. Clarissa Pínkola

 Una Mujer valiente y juiciosa procurará cultivar la peor tierra de su psique, pues, si sólo cultiva la mejor, obtendrá a cambio el peor panorama de lo que ella es.

 La mujer valiente no teme investigar lo peor. Ello garantizará un incremento del poder de su alma a través de las percepciones y oportunidades de examinar de nuevo la propia Vida y el propio Yo…

 El depredador se muestra especialmente agresivo cuando tiende emboscadas a la naturaleza salvaje de la Mujer.

 En el mejor de los casos trata de menospreciar y, en el peor, de cortar la conexión de la Mujer con sus propias percepciones, inspiraciones, investigaciones y demás.

 La mujer antaño ingenua tiene que afrontar lo ocurrido. La muerte a manos de Barba Azul de todas sus “fisgonas” esposas es la muerte del femenino creador, del potencial capaz de desarrollar toda suerte de vidas nuevas e interesantes.

aulli2.wordpress.com

 Paradójicamente, mientras su antigua Vida se muere y ni siquiera los mejores remedios consiguen disimularlo, la Mujer despierta ante su propia hemorragia y, gracias a ello, empieza a Vivir.

 Clarissa Pínkola.- Mujeres que corren con lobos

 Aulli2 del Clan de la Cicatriz

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Anais Nin: una Mujer Salvaje

Anais Nin: una Mujer Salvaje

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Buenas Noches;Días #Mujeresquecorrenconlobos y otras fieras… Nos bloquearon la cuenta :(

Hoy no escucharemos en el Bosque la Música que cada AmaNacer nos Despierta xq hemos sido denunciadas x un Alma en pena.
Pena me da quién acusa y denuncia una foto que llevaba 3 años en el Bosque de las Mujeres que corren con lobos en el Album «Mujeres del Mundo» sin que nadie se sintiera molest@ x ella.
Pena me da quien sufre la terrible enfermedad de la Envidia que mata lenta y letalmente a quien la padece.

Imagen Ayer un Amigo me decía que quien tropieza y no cae avanza dos pasos…

Ahí vaaaaamos ❤

Hoy en el Bosque solo se escucharán vuestras voces… Gracias a tod@s l@s que Auuuullais con nosotras!, en 12 horas nos levantarán el castigo y seguiremos Sembrando con el Alma desnuda y el Corazón herido pero Vivo y coleando 😉
Hasta entonces… Buenas Noches;Días y Feliz lunes lunero ❤ ❤ ❤

Ahhhhhh! una cosita: para prevenir y ante la posibilidad de otra denuncia y el cierre definitivo de la pág «Mujeres que corren con lobos» os invitamos a seguir este Blog; nuestro Clan de la Cicatriz, para poder seguir compartiendo Lecturas y Camino…

Gracias x todo Manada Hermosa!  Amoooooooonos ❤ ❤ ❤

P.D: Ayer un Amigo me decía que quien tropieza y no cae avanza dos pasos…

Ahí vaaaaamos ❤ ¿Quién dijo miedo?

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Las Ancianas deciden su Camino con el Corazón

 Las ancianas son mujeres que aprendieron de su propia experiencia y que saben aplicar las enseñanzas pasadas en el presente. Ver las consecuencias de sus actos les ayuda a aprender determinadas lecciones que asumirán a pies juntillas.
Son mujeres apasionadas, valientes o de rectos principios que, sin embargo, en el pasado no fueron conscientes del daño que podían causar actuando impulsivamente. Como dijo en una ocasión una mujer arrepentida: «Todo me daba igual».

 El miedo a ser un pelele o la fantasía de dejarse arrastrar imperaba en sus vidas, o incluso puede que interpretaran la advertencia de mostrarse prudentes como un reto o un desafío. Sólo más tarde comprendían lo mucho que ellas mismas y otros seres inocentes sufrían al mantener tal actitud. Se habrían podido evitar graves consecuencias si tan sólo las mujeres hubieran ido más despacio y actuado de manera más reflexiva a la hora de tomar una decisión. También aprendieron la lección aquellas mujeres que se dejaron convencer y abandonaron lo que para ellas era importante en el pasado, y, ahora ancianas, se niegan a
ser manipuladas o empujadas a actuar según los dictados de otro.

Las ancianas saben que se encuentran en una encrucijada y saben igualmente que la decisión que tomen les costará sacrificar alguna de las distintas alternativas. Elegir un camino significa abandonar el otro. Cada decisión fundamental posee sus propias y concretas características: lo concreto difiere, pero lo esencial permanece igual. Hemos de conocernos a nosotras mismas y saber en todo momento qué es lo que nos importa con el fin de elegir sabiamente.

Seguir un camino trazado con coraje, mantenernos despiertas y estar satisfechas son conceptos relacionados entre sí. He utilizado las enseñanzas que don Juan imparte a su aprendiz Carlos Castañeda desde que las leí, allá por los años sesenta. Mi versión es la siguiente: Existen muchos caminos entre los que elegir, pero ni uno solo lleva a ninguna parte. No obstante, debemos escoger conmuchísimo cuidado qué sendero tomar. Si elegimos uno con el corazón, quizá sea difícil, pero imperará la alegría y, mientras viajemos, maduraremos y llegaremos a identificarnos con él. Si escogemos un camino por miedo, en cambio, la angustia será nuestra compañera de viaje, y nada importará el poder, el prestigio y las posesiones que consigamos, porque todo eso nos hará sentirnos limitados.

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Ya lo dice el refrán: es el viaje, y no el destino, lo que importa.
La idea de que somos seres espirituales que seguimos un camino humano en lugar de seres humanos que quizá siguen una senda espiritual, me ha intrigado desde el día en que pasó a formar parte de mis pensamientos. Si poseemos un alma inmortal y si la vida tiene un propósito, ¿por qué estamos aquí? ¿Acaso cada uno de nosotros debe encontrar una respuesta personal a la cuestión: «¿Qué es lo que hemos venido a hacer?».
¿Podría encontrarse el amor en la raíz de cada una de las preguntas relacionadas con el significado de una vida en concreto o un momento especial? Ser humano es amar y, por consiguiente, ser vulnerable a la pérdida y al sufrimiento. ¿Acaso el sufrimiento que sentimos y el que causamos podría ser el medio a partir del cual aprender? La curación y el perdón, ¿podrían formar parte de ese camino? ¿Tal vez la confianza y la valentía sólo aparecen cuando corremos el riesgo de sufrir una pérdida? ¿Podría
aumentar la compasión a través de experiencias humanas compartidas? ¿Es posible que nuestro modo de reaccionar frente a lo que no podemos impedir constituya una parte de esta historia? ¿Serían válidas entonces estas dos preguntas: «Qué hemos venido a aprender» y «Quién o qué hemos venido a Amar»?…

 Jean Shinoda Bolen.- Las brujas no se quejan.

Aulli2 del Clan de la Cicatriz para el Bosque de las Mujeres que corren con lobos

 comparte con Amor

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El Zigoto Equivocado

  ¿Te has preguntado alguna vez cómo te las arreglaste para acabar en una familia tan rara como la tuya? Si has vivido tu existencia como una forastera, como una persona ligeramente extraña o distinta, si eres una solitaria y vives al borde de la corriente principal, tú has sufrido. Y, sin embargo, también llega un momento en que hay que alejarse remando de todas estas cosas, conocer otra posición estratégica, emigrar a la tierra que nos corresponde.

Deja ya de sufrir y de intentar averiguar dónde fallaste. El misterio del porqué naciste como hija de quienquiera que sea ha terminado, finis, se acabó. Descansa un momento en la proa y refréscate con el viento que sopla desde tu patria.

Durante muchos años las mujeres que llevan la mítica vida del arquetipo de la Mujer Salvaje se han preguntado llorando en silencio: “¿ Por qué soy tan distinta? ¿Por qué nací en una familia tan extraña [o insensible)?» Dondequiera que sus vidas quisieran brotar, había alguien que echaba sal en la tierra para que no pudiera crecer nada. Se sentían torturadas por todas las prohibiciones que iban en contra de sus deseos naturales. Si eran hijas de la naturaleza, las mantenían bajo un techo. Si eran unas científicas, les decían que tenían que ser madres. Si querían ser madres, les decían que no encajaban en absoluto con la idea. Si querían inventar algo, les decían que fueran prácticas. Si querían crear, les decían que las tareas domésticas de una mujer nunca terminan.

A veces intentaban ser buenas y adaptarse a las pautas imperantes sin darse cuenta hasta más tarde de lo que realmente querían y de lo mucho que necesitaban vivir. Después, para poder tener una vida, experimentaban las dolorosas amputaciones de dejar a sus familias, los matrimonios que habían jurado conservar hasta la muerte, los trabajos que hubieran tenido que ser los trampolines hacia algo más entontecedor pero mejor remunerado. Dejaban los sueños diseminados por todo el camino.

A menudo las mujeres eran artistas que procuraban ser razonables, dedicando el ochenta por ciento de su tiempo a actividades que mataban su vida creativa a diario. Aunque los guiones eran muy variados, todos tenían un elemento en común: a muy temprana edad se las calificaba de «distintas» con connotaciones peyorativas. Pero, en realidad, eran apasionadas, individualistas e inquisitivas y todas estaban en su sano juicio instintivo. Por consiguiente, la respuesta a los por qué yo, por qué esta familia, por qué soy tan distinta es naturalmente la de que no hay respuestas a tales preguntas. No obstante, el ego necesita algo que llevarse a la boca antes de seguir adelante, por cuyo motivo yo propongo tres respuestas a pesar de todo. (La mujer sometida a psicoanálisis puede elegir la que guste, pero tiene que elegir una. Casi todas eligen la última, pero cualquiera de ellas es suficiente.) Prepárate. Aquí las tienes.

Hemos nacido tal como somos y en las extrañas familias por medio de las cuales vinimos a este mundo, 1) porque sí (eso casi nadie se lo cree), 2) el Yo tiene un plan y nuestros diminutos cerebros son demasiado pequeños para comprenderlo (a muchas les parece una idea esperanzadora) o 3) por culpa del Síndrome del Zigoto Equivocado (bueno… sí, tal vez… pero ¿eso qué es?).

Tu familia cree que eres una extraterrestre. Tú tienes plumas y ellos tienen escamas. La idea que tú tienes de la diversión son los bosques, los espacios agrestes, la vida interior, la majestuosa belleza de la creación. La idea que tiene tu familia de la diversión es doblar toallas. Si eso es lo que ocurre en tu familia, eres víctima del Síndrome del Zigoto Equivocado.

Tu familia se mueve muy despacio a través del tiempo, tú te mueves con la rapidez del viento; ellos son locuaces y tú eres reposada, o ellos son taciturnos y a ti te gusta cantar. Tú sabes porque sabes. Ellos quieren pruebas y una tesis de trescientas páginas. No cabe duda, se trata del Síndrome del Zigoto Equivocado.

A lo largo de todos los años de ejercicio de mi profesión he comprendido que a veces esta cuestión de la pertenencia tiene que ser abordada con un talante más ligero, pues la frivolidad puede aliviar en parte el dolor de una mujer. Empecé a contar a mis clientas este cuento que yo me inventé, titulado “El Zigoto Equivocado”, para ayudarlas sobre todo a contemplar su condición de forasteras con una metáfora más poderosa. El cuento dice así:

¿Nunca has oído hablar de él? Verás, el Hada de los Zigotos volaba una noche sobre tu ciudad mientras todos los pequeños zigotos que llevaba en el cesto brincaban y saltaban de emoción.

Tú estabas destinada en realidad a unos padres que te hubieran comprendido, pero el Hada de los Zigotos tropezó con una borrasca y, zas, te caíste del cesto y fuiste a parar a una casa equivocada. Caíste de cabeza en una familia que no te estaba destinada. Tu «verdadera» familia se encontraba cinco kilómetros más allá.

Por eso tú te enamoraste de una familia que no era la tuya y que vivía cinco kilómetros más allá. Tú siempre pensabas que ojalá el señor Fulano de tal y su esposa hubieran sido tus padres. Es muy probable que, estuvieran destinados a serlo.

Por eso tú bailas el claqué por los pasillos a pesar de pertenecer a una familia de adictos a la televisión. Por eso tus padres se alarman cada vez que tú regresas a casa o los visitas. » ¿Qué es lo que va a hacer ahora? —se preguntan, preocupados—. ¡La última vez nos avergonzó y sólo Dios sabe lo que va a hacer ahora!» Se tapan los ojos cuando te ven acercarte y no precisamente porque la luz que tú despides los deslumbre.

Tú sólo quieres amor. Ellos sólo quieren paz.

A los miembros de tu familia, por motivos personales (por sus preferencias, por su inocencia, por las heridas sufridas, por constitución, enfermedad mental o deliberada ignorancia) no se les da muy bien la espontaneidad con el subconciente y, como es natural, cuando tú vis1—tas la casa evocas el arquetipo del bromista, del que arma)aleo. Por consiguiente, antes de partir el pan juntos, la bromista experimenta el irreprimible deseo de arrojar un cabello al estofado de la familia.

Aunque tú no pretendas molestar a los miembros de tu familia, ellos se molestan de todos modos. Cuando tú apareces, todo y todos se vuelven locos.

Un signo inequívoco de la presencia de zigotos salvajes en la familia es el hecho de que los padres se sientan constantemente ofendidos y los hijos tengan la sensación de no hacer nunca nada a derechas.

La familia que no es salvaje sólo quiere una cosa, pero el Zigoto Equivocado nunca consigue averiguar lo que es y, aunque lo averiguara, se le pondrían los pelos tan de punta como signos de exclamación.

Prepárate porque te voy a contar el gran secreto. Eso es lo que ellos quieren realmente de ti, eso tan misterioso y trascendental.

Los que no son salvajes quieren que seas consecuente. Quieren que hoy seas exactamente igual que ayer. Quieren que no cambies con el paso de los días sino que permanezcas siempre como al principio.

Pregúntale a la familia si desea una conducta consecuente y te contestarán afirmativamente. ¿En todo? No, dirán, sólo en las cosas importantes. Independientemente de lo que sean las cosas importantes en su sistema de valores, con frecuencia son anatema para la naturaleza salvaje de las mujeres. Por desgracia, «las cosas importantes» para ellos no coinciden con «las cosas importantes» para la hija salvaje-

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La conducta consecuente es algo imposible para la Mujer Salvaje pues su fuerza estriba en su adaptación a los cambios, en sus danzas, sus aullidos, sus gruñidos, su profunda vida instintiva, su fuego creador. No es consecuente por medio de la uniformidad sino más bien por medio de la vida creativa, de sus sagaces percepciones, de la rapidez de su visión, de su flexibilidad y su habilidad.

Si tuviéramos que nombrar sólo una de las cosas que convierten a la Mujer Salvaje en lo que es, sería su sensibilidad, su capacidad de respuesta. La palabra «respuesta» procede del verbo latino respondere cuyo significado es, entre otras cosas, «prometer, garantizar, comprometerse». Sus perspicaces y hábiles respuestas son una promesa consecuente y un compromiso con las fuerzas creadoras, tanto si se trata del duende —el espíritu que se oculta detrás del encanto y la pasión como sí se trata de la belleza, el arte, la danza o la vida. La promesa que nos hace, si nosotras no la malogramos, es la de ayudarnos a vivir plenamente vivas, de una manera consecuente y responsable.

De este modo, el Zigoto Equivocado ofrece su lealtad no a su familia sino a su Yo interior. Por eso la mujer se siente desgarrada. Se podría decir que su madre loba la agarra por el rabo y su familia biológica la agarra por los brazos. No tardará mucho en llorar de dolor, en enseñar los dientes y morderse a sí misma y morder a los demás antes de que se produzca un silencio mortal. Si la miras a los ojos, verás unos ojos del cielo, los ojos de una persona que ya no está aquí.

Aunque la socialización es muy importante para los niños, el hecho de matar a la criatura interior equivale a matar al niño. Los africanos occidentales reconocen que el hecho de ser duros con un niño da lugar a que el alma se aleje del cuerpo, a veces sólo unos pasos y otras a varios días de camino.

Aunque las necesidades del alma infantil tienen que guardar equilibrio con la necesidad de seguridad y de cuidados físicos y con unos conceptos minuciosamente estudiados acerca del «comportamiento civilizado», yo siempre me preocupo por los niños que se comportan demasiado bien, pues sus ojos reflejan a menudo un «alma acobardada».

Algo no marcha bien. Un alma sana brilla a través de la «persona» casi todos los días y resplandece ciertos días. Donde existe una notoria herida, el alma se escapa.

A veces se va sin rumbo o se escapa tan lejos que hace falta una magistral propiciación para convencerla de que regrese. Tiene que transcurrir mucho tiempo antes de que semejante alma recupere la Confianza suficiente para volver, pero se puede hacer. Para ello son necesarios varios ingredientes: pura honradez, resistencia, ternura, dulzura, desahogo de la cólera, gracia. La combinación de todas estas cosas crea una canción que induce al alma a regresar a casa.

¿Cuáles son las necesidades del alma? Pertenecen a dos reinos: el de la naturaleza y el de la creatividad. En estos reinos vive Na’ashjé’ii Asdzáá, la Mujer Araña, el gran espíritu creador de los indios diné. Ella protege a su pueblo. Su acción, entre otras, es la enseñanza de] amor a la belleza.

Las necesidades del alma se encuentran en la choza de estas tres viejas (o jóvenes, según el día) hermanas —Cloto, Láquesis y Átropo—, las cuales tejen el hilo de color rojo —que significa la pasión de la vida de una mujer. Tejen las edades de la vida de una mujer y las atan entre sí cuando una de ellas termina y comienza la siguiente. Se encuentran en los bosques de los espíritus de las cazadoras, Diana y Artemisa, quienes son mujeres lobas que representan la capacidad de cazar, seguir la pista y recuperar distintos aspectos de la psique.

Las necesidades del alma están gobernadas por Coatlicue, la diosa azteca de la autosuficiencia femenina que da a luz en cuclillas y firmemente asentada sobre los pies. Ella enseña lo que es la vida de la mujer solitaria. Es la hacedora de niños, es decir, de un nuevo potencial de vida, pero es también la madre de la Muerte que lleva en su falda unas calaveras que suenan como los cascabeles de una serpiente, pues son cráneos de serpiente y, puesto que los cascabeles de los cráneos suenan también como la lluvia, por afinidad de resonancia atraen la lluvia sobre la tierra. Es la protectora de todas las mujeres solitarias y de aquellas cuya magia y cuyos pensamientos e ideas son tan poderosos que tienen que vivir al margen de quién sabe dónde para no deslumbrar demasiado a los habitantes de la aldea. Coatlicue es la protectora especial de la forastera.

¿Cuál es el alimento esencial del alma? Bueno, eso difiere de criatura a criatura, pero he aquí algunas combinaciones que pueden considerarse algo así como una macrobiótica psíquica. Para algunas mujeres el aire, la noche, la luz del sol y los árboles son unas necesidades imprescindibles. Otras sólo se pueden saciar con las palabras, el papel y los libros. Para otras, el color, la forma, la sombra y la arcilla son necesidades absolutas. Algunas mujeres tienen que saltar, inclinarse y correr, pues sus almas ansían bailar. Otras sólo ansían la paz que produce el hecho de apoyarse en el tronco de un árbol.

Hay todavía que tener en cuenta otra cuestión. Los Zigotos Equivocados aprenden a ser unos supervivientes. Es duro pasarse años entre aquellos que no pueden ayudarnos a florecer. El hecho de que alguien pueda decir que es un superviviente ya es una hazaña* Para muchas personas, el poder reside en su mismo nombre. Sin embargo, en el proceso de individuación llega un momento en que la amenaza o el trauma ya pertenecen significativamente al pasado. Es el momento de pasar de la fase de la supervivencia a la de la curación y el crecimiento.

Si nos quedamos en la fase de la supervivencia sin pasar a la del crecimiento, nos limitamos y reducimos a la mitad nuestra energía y nuestro poder en el mundo. El orgullo que experimentan algunas personas por el hecho de ser supervivientes puede constituir un obstáculo para un ulterior desarrollo creativo. A veces las personas temen superar su situación de supervivientes, pues sólo se trata de eso, Una situación, una marca distintiva, una hazaña de las de “más te vale creerlo porque es la pura verdad”.

En lugar de convertir la supervivencia en el eje de la propia vida, conviene usarla como una de nuestras insignias, pero no la única. Los seres humanos merecen recrearse en los bellos recuerdos, las medallas y las condecoraciones recibidas por el hecho de haber vivido y triunfado en toda regla. Pero, una vez ha pasado la amenaza, podemos caer en la trampa de utilizar los nombres que nos hemos ganado en los momentos más terribles de nuestra vida, lo cual crea una disposición mental susceptible de limitarnos. No es bueno basar la identidad del alma exclusivamente en las hazañas, las pérdidas y las victorias de los malos momentos. A pesar de que la supervivencia puede dejar a la mujer tan endurecida como la cecina de buey, el hecho de aliarnos en determinado momento exclusivamente con ella puede inhibir los nuevos desarrollos.

Cuando una mujer insiste una y otra vez en decir “soy una superviviente” una vez superada la fase en que ello le podía reportar una utilidad, la tarea que tenemos por delante está muy clara. Hay que arrancar a la persona del arquetipo de la supervivencia. De lo contrario, no podría crecer nada más. Me gusta comparar esta situación con la de una plantita que consigue —sin agua, sol ni abono— sacar una valerosa y tenaz hojita a pesar de todo.

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Sin embargo, ahora que los malos tiempos han quedado atrás, el crecimiento significa exponernos a situaciones propicias para el nacimiento y el desarrollo de vigorosas y abundantes flores y hojas. Es Mejor ponernos nombres que nos inviten a crecer como criaturas libres. Eso es el crecimiento. Eso es lo que nos estaba destinado. Los rituales son uno de los medios utilizados por los seres humanos para situar sus vidas en perspectiva, ya sea el Purim de los judíos, el Adviento de los cristianos o el descenso de la luna. Los rituales evocan las sombras y los espectros de las vidas de las personas, los clasifican y los apaciguan. Hay una imagen especial de los festejos del Día de los Muertos que puede utilizarse para ayudar a las mujeres a hacer la transición desde la supervivencia al crecimiento. Se basa en el rito de las llamadas ofrendas unos altares que se erigen en honor de los difuntos. Las ofrendas son tributos, monumentos conmemorativos y expresiones d, profunda consideración hacia los seres queridos que ya no están en esta tierra. Creo que a las mujeres les es más útil hacer una ofrenda a la niña que fueron antaño, algo así como un testamento en favor de la niña heroica.

Algunas mujeres eligen objetos, escritos, prendas de vestir, juguetes, recuerdos de acontecimientos y otros símbolos de la infancia que se va a representar. Montan la ofrenda a su manera, cuentan una historia que a veces encaja con ella y otras no y después la dejan allí todo el tiempo que quieren. Es la prueba de todas las penalidades del pasado, de su valentía y de su triunfo sobre la adversidad.

Esta manera de contemplar el pasado consigue varios objetivos: permite ver las cosas en perspectiva con una compasiva mirada sobre el pasado, mostrando lo que se ha experimentado, lo que se ha hecho con el pasado y lo que es admirable en él. La admiración que suscita el pasado, más que su existencia, es lo que libera a la persona.

El hecho de seguir siendo una niña superviviente más allá del período en que ello ocurrió es identificarse en exceso con un arquetipo herido. Comprender la herida y recordarla nos permite crecer. Nuestro derecho como mujeres es crecer, no simplemente sobrevivir.

No te amilanes ni te acobardes si te llaman oveja negra, inconformista, lobo solitario. Los estrechos de miras dicen que los inconformistas son una lacra de la sociedad. Sin embargo, se ha demostrado a lo largo de los siglos que el hecho de ser distinta significa estar al margen, tener la certeza de que una hará una aportación original, una útil y sorprendente aportación a su cultura. Cuando busques una guía, no prestes jamás atención a los pusilánimes. Sé amable con ellos, llénalos de cumplidos, procura engatusarlos, pero no sigas sus consejos.

Si alguna vez te han llamado insolente, incorregible, descarada, astuta, revolucionaria, indisciplinada, rebelde, vas por buen camino. La Mujer Salvaje está muy cerca.

Si jamás te han llamado nada de todo eso, aún hay tiempo. Haz prácticas con tu Mujer Salvaje. ¡Ándele! Sigue intentándolo.

Clarissa Pinkola Estés.- Mujeres que corren con lobos

Capítulo VI.- El hallazgo de la Manada. La dicha de la pertencía

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Barba Azul.

 En un solo ser humano hay muchos otros seres, todos con sus propios valores, motivos y estratagemas. Ciertas tecnologías psicológicas aconsejan detener a estos seres, contarlos, darles un nombre y ponerles unos arneses hasta obligarlos a avanzar con paso cansino como esclavos vencidos. Pero hacer eso equivale a detener el baile de los destellos salvajes en los ojos de una mujer y es como detener su relámpago e impedirle despedir chispas. Nuestra tarea no es corromper su belleza natural sino construir para todos estos seres una campiña salvaje en la que los artistas que haya entre ellos puedan crear sus obras, los amantes puedan amar y los sanadores puedan sanar.

 Pero ¿qué vamos a hacer con todos estos seres interiores que están locos y con los que siembran la destrucción sin darse cuenta? Hay que dejarles sitio incluso a ellos, pero un sitio en el que se les pueda vigilar. Uno de ellos en particular, el más falso y el más poderoso fugitivo de la psique, requiere nuestra inmediata atención y actuación, pues se trata del depredador natural.

Si bien la causa de una considerable parte de los sufrimientos humanos se puede atribuir a la negligencia, hay también en el interior de la Psique un innato aspecto contra natura, una fuerza contraria a la naturaleza. El aspecto contra natura es contrario a lo positivo: es contrario al desarrollo, a la armonía y a lo salvaje. Es un sarcástico y asesino antagonista que llevamos dentro desde que nacemos y cuya misión, por muchos cuidados que nos presten nuestros padres, es la de tratar de convertir todas las encrucijadas en caminos cerrados.

Este poderoso depredador aparece una y otra vez en los sueños de las mujeres y estalla en el mismo centro de sus planes más espirituales y significativos. Aísla a la mujer de su naturaleza instintiva. Y, una vez cumplido su propósito, la deja insensibilizada y sin fuerzas para mejorar su vida, con las ideas y los sueños tirados a sus pies y privados de aliento.

El cuento de Barba Azul se refiere a eso. En Estados Unidos las mejores versiones conocidas de Barba Azul son la francesa y la alemana. Pero yo prefiero mi versión literaria en la que se mezclan la francesa y la eslava, como la que me contó mi tía Kathé (pronunciado “Cati”) que vivía en Csíbrak, cerca de Dombovar, en Hungría. Entre nuestro grupo de campesinas narradoras de cuentos, el cuento de Barba Azul empieza con una anécdota acerca de alguien que conocía a alguien que conocía a alguien que había visto la horrible prueba de la muerte de Barba Azul. Y así empezaremos aquí:

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Hay un trozo de barba que se conserva en el convento de las monjas blancas de las lejanas montañas. Nadie sabe cómo llegó al convento. Algunos dicen que fueron las monjas que enterraron lo que quedaba de su cuerpo, pues nadie más quería tocarlo. La razón de que las monjas conservaran semejante reliquia se desconoce, pero se trata de un hecho cierto. La amiga de mi amiga la ha visto con sus propios ojos. Dice que la barba es de color azul, añil para ser más exactos. Es tan azul como el oscuro hielo del lago, tan azul como la sombra de un agujero de noche. La barba la llevaba hace tiempo uno que, según dicen, era un mago frustrado, un gigante muy aficionado a las mujeres, un hombre llamado Barba Azul.

Dicen que cortejó a tres hermanas al mismo tiempo. Pero a ellas les daba miedo su extraña barba de tono azulado y se escondían cuando iba a verlas. En un intento de convencerlas de su amabilidad, las invitó a dar un paseo por el bosque. Se presentó con unos caballos adornados con cascabeles y cintas carmesí. Sentó a las hermanas y a su madre en las sillas de los caballos y los cinco se alejaron a medio galope hacia el bosque. Pasaron un día maravilloso cabalgando mientras los perros que los acompañaban corrían a su lado y por delante de ellos. Más tarde se detuvieron bajo un árbol gigantesco y Barba Azul deleitó a sus invitadas con unas historias deliciosas y las obsequió con manjares exquisitos.

Las hermanas empezaron a pensar “Bueno, a lo mejor, este Barba Azul no es tan malo como parece”.

Regresaron a casa comentando animadamente lo interesante que había sido la jornada y lo bien que se lo habían pasado. Sin embargo, las sospechas y los temores de las dos hermanas mayores no se disiparon, por lo que éstas decidieron no volver a ver a Barba Azul. En cambio, la hermana menor pensó que un hombre tan encantador no podía ser malo. Cuanto más trataba de convencerse, tanto menos horrible te parecía aquel hombre y tanto menos azul le parecía su barba.

Por consiguiente, cuando Barba Azul pidió su mano, ella aceptó. Pensó mucho en la proposición y le pareció que se iba a casar con un hombre muy elegante. Así pues, se casaron y se fueron, al castillo que el marido tenía en el bosque.

Un día él le dijo:

—Tengo que ausentarme durante algún tiempo. Si quieres, invita a tu familia a venir aquí. Puedes cabalgar por el bosque, ordenar a los cocineros que preparen un festín, puedes hacer lo que te apetezca y todo lo que desee tu corazón. Es más, aquí tienes mi llavero. Puedes abrir todas las puertas que quieras, las de las despensas, las de los cuartos del dinero, cualquier puerta del castillo, pero no utilices la llavecita que tiene estos adornos encima.

La esposa contestó:

—Me parece muy bien, haré lo que tú me pides. Vete tranquilo, mi querido esposo, y no tardes en regresar.

Así pues, él se fue y ella se quedó.

Sus hermanas fueron a visitarla y, como cualquier persona en su lugar, tuvieron curiosidad por saber qué quería el amo que se hiciera en su ausencia. La joven esposa se lo dijo alegremente.

—Dice que podemos hacer lo que queramos y entrar en cualquier estancia que deseemos menos en una. Pero no sé cuál es. Tengo una llave, pero no sé a qué puerta corresponde.

Las hermanas decidieron convertir en un juego la tarea de descubrir a qué puerta correspondía la llave. El castillo tenía tres pisos de altura con cien puertas en cada ala y, como había muchas llaves en el llavero, las hermanas fueron de puerta en puerta y se divirtieron muchísimo abriendo las puertas. Detrás de una puerta estaban las despensas de la cocina; detrás de otra, los cuartos donde se guardaba el dinero. Había toda suerte de riquezas y todo les parecía cada vez más Prodigioso. Al final, tras haber visto tantas maravillas, llegaron al sótano y, al fondo de un pasillo, se encontraron con una pared desnuda.

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Estudiaron desconcertadas la última llave, la de los adornos encima.

—A lo mejor, esta llave no encaja en ningún sitio.

Mientras lo decían, oyeron un extraño ruido… “errrrrrrrr”. Asomaron la cabeza por la esquina y, ¡oh, prodigio!, vieron una puertecita que se estaba cerrando. Cuando trataron de volver abrirla, descubrieron que estaba firmemente cerrada con llave. Una de las hermanas gritó:

—¡Hermana, hermana, trae la llave! Ésta debe de ser la puerta de la misteriosa llavecita.

Sin pensarlo, una de las hermanas introdujo la llave en la cerradura y la hizo girar. La cerradura chirrió y la puerta se abrió, pero dentro estaba todo tan oscuro que no se veía nada.

—Hermana, hermana, trae una vela. Encendieron una vela, contemplaron el interior de la estancia y las tres lanzaron un grito al unísono, pues dentro había un lodazal de sangre, por el suelo estaban diseminados los ennegrecidos huesos de unos cadáveres y en los rincones se veían unas calaveras amontonadas cual si fueran pirámides de manzanas.

Volvieron a cerrar la puerta de golpe, sacaron la llave de la cerradura y se apoyaron la una contra la otra, jadeando y respirando afanosamente. ¡Dios mío! ¡Dios mío!

La esposa contempló la llave y vio que estaba manchada de sangre. Horrorizada, intentó limpiarla con la falda de su vestido, pero la sangre no se iba.

—¡Oh, no! —gritó.

Cada una de sus hermanas tomó la llavecita y trató de limpiarla, pero no lo consiguió.

La esposa se guardó la llavecita en el bolsillo y corrió a la cocina. Al llegar allí, vio que su vestido blanco estaba manchado de rojo desde el bolsillo hasta el dobladillo, pues la llave estaba llorando lentamente gotas de sangre de color rojo oscuro.

—Rápido, dame un poco de crin de caballo —le ordenó a la cocinera.

Frotó la llave, pero ésta no dejaba de sangrar. De la llavecita brotaban gotas y más gotas de pura sangre roja.

La sacó fuera, la cubrió con ceniza de la cocina y la frotó enérgicamente. La acercó al calor para chamuscarla. La cubrió con telarañas para restañar la sangre, pero nada podía impedir aquel llanto.

—¿Qué voy a hacer? —gritó entre sollozos—. Ya lo sé. Esconderé la llavecita. La esconderé en el armarlo de la ropa. Cerraré la puerta. Esto es una pesadilla. Todo se arreglará.

Y eso fue lo que hizo.

El esposo regresó justo a la mañana siguiente, entró en el castillo y llamó a la esposa.

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—¿Y bien? ¿Qué tal ha ido todo en mi ausencia?

—Ha ido todo muy bien, mi señor.

—¿Cómo están mis despensas? —preguntó el esposo con voz de trueno.

—Muy bien, mi señor.

—¿Y los cuartos del dinero? —rugió el esposo.

—Los cuartos del dinero están muy bien, mi señor.

—O sea que todo está bien, ¿no es cierto, esposa mía?

—Sí, todo está bien.

—En tal caso —dijo el esposo en voz baja—, será mejor que me devuelvas las llaves. —Le bastó un solo vistazo para darse cuenta de que faltaba una llave—. ¿Dónde está la llave más pequeña?

—La… la he perdido. Sí, la he perdido. Salí a pasear a caballo, se me cayó el llavero y debí de perder una llave.

—¿Qué hiciste con ella, mujer?

—No… no… me acuerdo.

—¡No me mientas! ¡Dime qué hiciste con la llave! —El esposo le acercó una mano al rostro como si quisiera acariciarle la mejilla, pero, en su lugar, la agarró por el cabello—. ¡Esposa infiel! —gritó, arrojándola al suelo—. Has estado en la habitación, ¿verdad?

Abrió el armarlo ropero y vio que de la llavecita colocada en el estante superior había manado sangre roja que manchaba todos los preciosos vestidos de seda que estaban colgados debajo.

—Pues ahora te toca a ti, señora mía —gritó, y llevándola a rastras por el pasillo bajó con ella al sótano hasta llegar a la terrible puerta.

Barba Azul se limitó a mirar la puerta con sus fieros ojos y ésta se abrió. Allí estaban los esqueletos de todas sus anteriores esposas.

—¡¡¡Ahora!!! —bramó.

Pero ella se agarró al marco de la puerta y le suplicó:

—¡Por favor! Te ruego que me permitas serenarme y prepararme para mi muerte. Dame un cuarto de hora antes de quitarme la vida para que pueda quedar en paz con Dios.

—Muy bien —rezongó el esposo—, te doy un cuarto de hora, pero procura estar preparada.

La esposa corrió a su cámara del piso de arriba y pidió a sus hermanas que salieran a lo alto de las murallas del castillo. Después se arrodilló para rezar, pero, en su lugar, llamó a sus hermanas.

—¡Hermanas, hermanas! ¿Veis venir a nuestros hermanos?

—No vemos nada en la vasta llanura.

A cada momento preguntaba:

—¡Hermanas, hermanas! ¿Veis venir a nuestros hermanos?

—Vemos un torbellino, puede que sea una polvareda.

Entretanto, Barba Azul ordenó a gritos a su mujer que bajara al sótano para decapitarla.

Ella volvió a preguntar:

—¡Hermanas, hermanas! ¿Veis venir a nuestros hermanos?

Barba Azul volvió a llamar a gritos a su mujer y empezó a subir ruidosamente los peldaños de piedra.

Las hermanas contestaron:

—¡Sí, los vemos! Nuestros hermanos están aquí y acaban de entrar en el castillo.

Barba Azul avanzó por el pasillo en dirección a la cámara de su esposa.

—Vengo a buscarte —rugió.

Sus pisadas eran muy fuertes, tanto que las piedras del pasillo se desprendieron y la arena de la argamasa cayó al suelo.

Mientras Barba Azul entraba pesadamente en la estancia con las manos extendidas para agarrarla, los hermanos penetraron al galope en el castillo e irrumpieron en la estancia. Desde allí obligaron a Barba Azul a salir al parapeto, se acercaron a él con las espadas desenvainadas, empezaron a dar tajos a diestro y siniestro, lo derribaron al suelo y, al final, lo mataron, dejando su sangre y sus despojos para los buitres.

 Clarissa Pinkola. «Mujeres que corren con lobos»

Capítulo II.- La Persecución del Intruso: El comienzo de la Iniciación.

  AuuuuuuuuuuuuuuuuuuU*

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