No te mentiré: es más fácil deshacerse de la luz y dormirse,
pues con ella vemos claramente todos los lados de nosotros mismos y de otros,
tanto lo desfigurado como lo divino, y todas las condiciones entre ambos.
Sin embargo,
con esta luz vienen a la consciencia
los milagros de belleza profunda en el mundo y en los humanos.
Con esta luz penetrante uno puede ver más allá de la acción mala hasta el corazón bueno,
uno puede vislumbrar el espíritu dulce aplastado bajo el odio,
uno puede entender mucho en lugar de sólo estar perplejo.
Esta luz puede diferenciar las capas de personalidad, intención y motivos en los otros.
Puede determinar la consciencia e inconsciencia en uno mismo y en los demás.
Es la vara del conocimiento.
Es el espejo en el que todas las cosas se perciben.
Es la profunda naturaleza salvaje.
No obstante,
hay momentos en que sus informes
son dolorosos y casi imposibles de soportar:
pues también señala donde hay traiciones preparándose,
donde hay falta de valentía en quienes dicen lo contrario.
Señala la envidia que yace como grasa fría detrás de una sonrisa cálida;
señala las miradas que son meras máscaras del disgusto.
En relación a uno mismo, su luz es igualmente intensa:
brilla sobre nuestros tesoros
y nuestras debilidades.
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